Además de la crisis, Rajoy ha dado por
finalizada la legislatura y ha inaugurado la temporada alta de propaganda en el
PP. El debate del Estado de la Nación ha servido, sobre todo, para que las
agencias de publicidad se froten las manos. A partir de su finalización, con la
respuesta del presidente a las réplicas de la oposición, el gobierno ha
iniciado el largo camino propagandístico hasta llegar a las próximas elecciones
generales.
Para
ser justos, técnicamente, no se puede decir que haya dado por finalizada la
legislatura. Lo que ha dicho es que ya ha hecho todo lo que tenía que hacer.
Que ya vivimos en el País de las Maravillas y que atamos a los perros con longaniza.
Sin tener muy claro por el agujero de la imaginación por el que se ha dejado
caer o a qué conejo perseguía en su sueño de la razón.
En la España real hay
más paro que cuando llegó al gobierno en 2011, la renta per cápita de los
españoles es más baja, hay más familias en situación de pobreza y la deuda de
nuestro país es más alta en 2015. Ese es el legado. Su proyecto emblemático. El
país que deja para retirarse a un consejo de administración, a dar conferencias
en universidades norteamericanas o a seguir persiguiendo conejos imaginarios. A
saber.
También
ha hecho anuncios. El de la redacción de la Ley de Segunda Oportunidad, que ni
evita la pobreza ni elimina las deudas de las familias porque, en todo caso,
mantiene la obligación de los españoles y españolas a devolver hasta la última
peseta que deban a las entidades financieras. Otro: que los primeros 500 Euros
de renta no cotizarán a la Seguridad Social, lo que supondrá la merma del gasto
en el capítulo asistencial, justo cuando los ciudadanos más necesitan las
políticas sociales.
La
desfachatez del personaje le ha llevado, en un momento dado, a afirmar que está
inaugurando una fase expansiva de nuestra economía. Debería explicárselo a
quienes han visto reducidas las becas para estudios universitarios, a los
jóvenes que han salido del país para conseguir un empleo que no guarda relación
con su nivel de formación, a las familias a las que los bancos les han
embargado sus viviendas, a los que duermen en el portal de esos mismos
bancos junto a los cajeros automáticos o
a los parados de mas de 45 años que albergan la posibilidad y la pesadilla de
no volver a trabajar. Hay más, pero lo obviaremos para no aburrir al personal
ni cansar al muchacho teniendo que dar más explicaciones de la cuenta.
Intento
buscar algún mérito y encuentro eminentemente dos, su afán por reinsertar
delincuentes mediante el envío de mensajes telefónicos personales de apoyo y
fortaleza y la lucha contra la corrupción mediante la destrucción de material
informático.
Y
a partir de ahora el dinero de nuestros impuestos empezará a fluir hacia los
medios de comunicación, principalmente hacia los afines. Anuncios en radio,
prensa escrita y televisión sobre las consecuencias de los excesos de
velocidad, las de hablar por el móvil mientras conducimos o las del consumo de
alcohol al volante; sobre la lotería de
navidad; sobre lo bien que atendemos a los turistas; sobre el Tesoro Público y sobre
que Hacienda somos todos. Veremos anuncios hasta para sensibilizarnos de la
necesidad de incluir a la luciérnaga de pelo duro en el catálogo de especies en
vías de extinción.
Y a cambio,
extensos publirreportajes sobre logros y legados, interminables entrevistas y
perfiles personales de los miembros del gobierno, la crónica de otra ruta
senderista por su Galicia natal en pantaloncito corto y en noviembre, o sus
aledaños, a votar. Porque ha acabado la crisis y ha comenzado la propaganda. O
eso ha dicho Rajoy.
Solo
espero que cuando deje de caer por el túnel no se atiborre de galletas con el
Sombrerero Loco. Menudo añito nos espera. Vale.
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