lunes, 9 de mayo de 2016

El postureo que no cesa

Pretender extraer alguna enseñanza política de la serie Juego de Tronos aplicable al momento que vivimos en España es como afirmar que viendo los Transformers se aprende a arreglar lavadoras y hasta hormigoneras.
Conozco a gente que presume saber de cocina porque ha leído las aventuras de Pepe Carvalho, a los que Suskind les descubrió el sentido del olfato o que asistió al debate moral en torno a la pobreza de Jesus leyendo a Ecco. Y no por ello han llegado a tener alguna estrella Michelín, los han contratado en Chanel o dan clase de Teología en la universidad católica de Cracovia. A no ser que hayan completado los conocimientos que les han proporcionado sus aficiones con algún proceso formativo complementario.
La literatura, el cine, el teatro o la televisión forman, pero por mucho que te guste Breaking Bad, jamás te convertirás en un experto fabricante de drogas sintéticas apenas siguiendo las aventuras de Walter White.
Es otra forma de comunicar, pero sólo eso, formas. A estas alturas resulta complicado disociar las negociaciones para formar gobierno de la escenificación de un baile de salón, incluido Rajoy, al que nadie quiso sacar a bailar. Más vale que a la hora de negociar, nuestros representantes hubiesen cambiado las intrigas de enanos y dragones por algo más contemporáneo y hubiesen visto con detenimiento Una mente maravillosa, sobre la vida de John F. Nash, a ver si se les quedaba algo de la Teoría de Juegos o, al menos, les hubiese dado para alcanzar a entender que no es posible negociar para obtener todos los beneficios, o, por el contrario, para que todos pierdan, en primer lugar la ciudadanía. En el término medio se encontraba la virtud del beneficio mutuo. Nunca hubo voluntad de negociar un gobierno
Cuentan que Valle Inclán paseaba acompañado de un joven poeta por un parque cuando en un momento éste le preguntó al autor de Luces de Bohemia, “Qué flores tan curiosas, flotan sobre el estanque ¿sabría usted como se llaman?, a lo que Don Ramón María contestó, “por supuesto, son esas que usted tanto cita en sus poemas, nenúfares”. Algo así le va a acabar ocurriendo un día a Iglesias de tanto citar a Kant. La Paz Perpetua es un articulado más cínico que real sobre las medidas que los países deberían adoptar, en la época del autor, para conseguir tan elevado fin, con un artículo secreto que establece que cuando los políticos no se pongan de acuerdo sobre las medidas a adoptar habrá que recurrir a los filósofos. Para el título, el pensador usó el de un grabado que representaba un cementerio y que presidía el comedor del restaurante que frecuentaba. Pues eso la Paz Perpetua, que tanto preocupaba a Kant.
Pero hay otras “mentiras” más preocupantes incluso que las de Kant. El liderazgo de Podemos en las redes sociales, fundamentalmente en twitter, se sustenta en la labor de los 400. La leyenda urbana dice que son incondicionales de la formación encerrados dia y noche tuiteando sin descanso los argumentarios de los líderes. En realidad son cuentas replicadas que difunden, mediante un robot de publicación esos mismos argumentarios. En la versión gratuita del programa en cuestión las publicaciones están limitadas por el numero de mensajes originales, de tan sólo tres cuentas. En la versión de pago se puede llegar al seguimiento de hasta 100 cuentas. Si cada cuenta original emite 25 mensajes diarios, el robot los convertirá en un millón de tweets en un sólo día, multiplicado por los meses de duración de la campaña y por los retweets desinteresados, puede arrojar una cifra de proporciones astronómicas.
Si la política de comunicación a través de twitter va así. ¿Quien es el incauto que se va a creer el sistema de financiación mediante crowdfunding?
Y luego está la casta. Porque cesar fulminantemente a un Secretario de Organización y nombrar a otro a dedo, ubicar paracaidistas de unas provincias para encabezar las candidaturas de otras, celebrar asambleas en las que no se permiten intervenciones de los militantes, utilizar la sala Vip de un aeropuerto, que las candidaturas las elabore el líder supremo, utilizar un parlamento puente mientras llegan las elecciones que de verdad interesan o usar la demogogia hasta la extenuación sólo es casta si lo hacen los demás partidos. Votar, con el PP, en contra de la investidura de un candidato socialista a la presidencia del gobierno, y decir que eres de izquierdas, como dice la publicidad de la tarjeta de crédito, no tiene precio, y es de diván de psicoanálisis.

 Empieza otra campaña electoral y con ella los eslóganes, los titulares y las formas, el postureo que dicen los cursis. A primera vista, resulta inexplicable que quienes más ayudan a este experimento de pequeña y mala caricatura de proyecto político sean los propagandistas de la derecha más neoliberal. Pero es cuestión de perspectiva, si se mira de cerca ya todo cobra sentido y detrás de la demagogia y el postureo hay incluso intereses comunes. El camino ya lo marcó Anguita.