lunes, 23 de julio de 2012

Hasta el próximo Consejo de Ministros

La derecha española es rancia en sus valores morales y ultraliberal hasta la extenuación en los económicos. Había otra derecha posible, pero venció ésta. Arquitectónicamente la pensó Fraga y la culminó Aznar. Rajoy no es más que un laborioso obrero de esta gran obra que ellos llevan impresa a fuego en su ideario y a la que cada Consejo de Ministros da forma a golpe de Real Decreto Ley. Cuando se les ocurrió la campaña de promoción de la marca España, artísticamente, pensaban en otro Velázquez con banderas, petos, espaldares, cascos, guanteletes, rendición de lanzas y genuflexiones incluidas y un sol de esos que no se ponen en todo el imperio español. Y no les está saliendo más que una composición digna de Paco Porras. Desde que aprobamos la Constitución y hasta hoy, los españoles nos hemos dotado de una estructura fiscal que alimentase lo que hemos venido en llamar el estado del bienestar. Ponerle a las cosas un nombre es malo, porque las dota de un carácter singular, cuando el llamado estado del bienestar debía ser la normalidad. Pero ya está todo dinamitado y no es reversible. Cuando un jarrón se rompe es posible volver a pegarlo pero seguro que faltará algún trozo y, lo que es más importante, nunca más servirá para contener agua. Los socialistas han/hemos sido incapaces de explicar las bondades de las políticas fiscales y su repercusión en los servicios públicos. No hay nada más irracional que un empleado público quejándose de la presión fiscal y en este país hemos visto hacerlo a miles sin que nadie le respondiese que lo verdaderamente importante eran los servicios que prestaban. Claro que son importantes los funcionarios, pero nadie explicó donde residía la importancia. Ahora es tarde ¿Otro error de comunicación o trastorno de la personalidad? Falta de capacidad pedagógica exclusivamente. Ahora vamos a pagar más impuestos para poder devolver el dinero que Europa nos ha prestado para sanear el sistema financiero y de paso contener a la insaciable prima de riesgo. Pero es que yo no quiero pagar impuestos para eso. Quiero pagar impuestos para que mis hijos y los de todos tengan derecho a una educación de calidad, quiero tener y que todos tengamos hospitales que estén a la vanguardia de la investigación y que sean eficaces en los tratamientos de curación, quiero circular y que todos circulemos por carreteras que sean seguras y que ahorren dinero, tiempo y vidas. Quiero seguir teniendo lo que he tenido hasta ahora y pagar todos los impuestos necesarios para que eso siga siendo posible. Pero la realidad es otra. A partir de ahora pagaré más impuestos y solo servirán para que el banco al que sigo pagando la hipoteca deje de tener problemas de liquidez y de paso contener la prima de riesgo. Por el momento puedo seguir pagando los impuestos y la hipoteca. Pero todo puede cambiar, depende del próximo Consejo de Ministros.

lunes, 9 de julio de 2012

Hacia el pensamiento único

La reforma que el Gobierno plantea para que las diputaciones asuman las competencias de los pequeños ayuntamientos y para acabar con las mancomunidades, no es más que el penúltimo aviso de que nos dirigimos hacia el pensamiento único. Tanto el Gobierno como sus portavoces han venido usando varios argumentos perversos en este tema. Uno, que se ahorra al eliminar duplicidades de funciones entre diputaciones y mancomunidades. Falso. Porque no existen funciones duplicadas, las de las diputaciones están definidas por la ley, las de las mancomunidades son aquéllas que corresponden a los ayuntamientos, también definidas por la ley, y que estos han encomendado, a su vez, a las mancomunidades; y porque los alcaldes y alcaldesas tienen el necesario sentido común como para no pagar en su mancomunidad por un servicio que, supuestamente, le garantiza la Diputación. Dos, se eliminarán cargos políticos. Falso. Se eliminan puestos de trabajo. No hay una mancomunidad de Córdoba en la que los políticos perciban remuneración. Durante el último año, algunas mancomunidades han certificado su defunción ante la asfixia económica a la que la han sometido otras administraciones. Otras han llevado a cabo profundas reformas de su régimen económico, estatutos o carta de servicios para aquilatar su utilidad para los ayuntamientos. La de la Campiña Sur se encuentra en ambas situaciones, con la salvedad de que es más lo que las administraciones le deben que lo que ella adeuda. ¿Pero qué utilidad quiere dar el PP a las diputaciones? Hace unos meses, la diputada provincial de Turismo cordobesa exponía que el Patronato Provincial de Turismo unía su esfuerzo a la Oficina Municipal de Turismo para optimizar los recursos económicos y garantizar una mejor presencia en eventos internacionales. Algunos de nuestros elementos de proyección, como la Mezquita o los patios deben promocionarse en escaparates como la ITB o la World Travell Market. Dudo que esas ferias internacionales sirvan para promocionar la Casa del Inca o las cisternas de Monturque. Los informes profesionales dicen que el 70% de los flujos turísticos se producen desde un entorno inferior a cien kilómetros de radio. Luego la supuesta unión de esfuerzos se va a emplear en promocionar a la ciudad de Córdoba. La Diputación también está presente desde hace unos meses en el Jardín Botánico de la capital, sufraga los gastos de un estudio sobre el uso lúdico del centro de la ciudad por los jóvenes o analiza la eficiencia energética de los edificios municipales. Por otra parte, el mayor nivel de endeudamiento municipal en nuestro país lo aportan las grandes ciudades; luego, el plan del gobierno para dinamizar las diputaciones pasa porque se constituyan en pilares de apoyo económico para esos endeudados grandes ayuntamientos. Con todo, la reforma municipal tiene dos perfiles aún más oscuros. El Gobierno del PP quitará los servicios de aquellos ayuntamientos que no puedan garantizar su prestación y los pondrá en manos de las diputaciones. Y reconoce que habrá diputaciones que podrán poner estos servicios en manos de empresas privadas. Esto es, se destruirá empleo público a cambio de salarios precarios y gestión privada. Dos. Y aquí viene la consecuencia de verdadero calado. Una vez desprovistos de competencias los pequeños ayuntamientos, puede entenderse que los ciudadanos perderán el interés electoral dado que sus representantes municipales tendrán poco o nada que gestionar. La consecuencia de un retroceso de la participación electoral en el ámbito rural es más que evidente. ¿Es necesario decir a quien beneficiará esa baja participación? Cuando la aprobación de una norma afecte al título primero de la Constitución, al régimen de las comunidades autónomas o al procedimiento electoral, deberá modificarse previamente la Constitución. Tengo la opinión de que la medida de eliminar mancomunidades y competencias de ayuntamientos atentará contra la propia médula de la Constitución; porque afectará a los ayuntamientos como estructura básica del Estado, a su autonomía y a la capacidad de unirse libremente para la prestación de servicios en estructuras diferentes a la provincia; porque lesionará los derechos de los ciudadanos: ya no todos serán iguales para acceder a las oportunidades en función de su lugar de residencia; porque atentará contra el régimen y el ordenamiento normativo de las comunidades autónomas y porque tendrá consecuencias en la propia estructura electoral de nuestro país. Es el silencio de los corderos. Ahora sí caminamos hacia el pensamiento único, y nadie dice mu.

martes, 31 de enero de 2012

In memoriam


A veces se producen hechos singulares, al margen de las chorradas entrecomilladas al político local de medio pelo y que habitualmente aparecen en la prensa sobre la Copa Davis, sobre si defiende más o menos al comercio local, sobre si es o no partidario de peatonalizar la calle principal del pueblo, sobre el escaso grado de cordobesismo del adversario o sobre la deslealtad de sus acciones para esta Córdoba de nuestras entrañas. Al margen digo de todo eso, a veces, se producen hechos que te reconcilian con la política, con los políticos, con las instituciones. Que me reconcilian conmigo mismo y con lo que hago aquí. Esta mañana once alcaldes de tres partidos políticos diferentes se han puesto de acuerdo en la defensa de un interés común y en la de un puñado de trabajadores. Por eso estoy en política porque creo que es la única forma posible de solucionar los problemas de la sociedad, argumentando, negociando, dialogando y articulando las decisiones adoptadas.
Soy de izquierdas por trayectoria personal y no sé si incluso por motivos genéticos el caso es que aquí siempre ha habido dos clases de gente y entonces yo ya era de la clase de los pobres. Mi interés por la cosa pública me sobrevino porque en mi casa, a veces también, había dificultad para pagar el recibo del agua, 150 pesetas creo. Sé que es un principio que debería hacerme mirar, pero desde entonces me preocupa enormemente como y en qué se gastan las putas 150 pesetas. Más tarde hice campaña en contra de la OTAN y conforme participaba en actos iba entendiendo que no es posible cambiar el mundo en solitario sino que tienes que aliarte con otros y que esas alianzas suelen implicar un coste que hay que entregar siempre que el fin último compense las cesiones previas.
Más tarde asistí a una conferencia sobre la Institución de Libre Enseñanza que Carlos Castilla del Pino pronunció en el Salón de Plenos del ayuntamiento de La Rambla. Otro día, en la Casa del Inca de Montilla asistí a otra conferencia, esta vez era Joaquín Martínez Bjorkman que hacía un apasionado recorrido por los últimos meses de vida de Julián Besteiro. Si la memoria no me traiciona, hace ya más de 25 años de aquello, al final de aquél acto se me acercó uno de los organizadores, Joaquín Casado. La UGT iba a comarcalizarse, los sindicalistas de Montilla pensaban que la sede de la UGT comarcal debía estar en Montilla y pensaron también que yo les podía echar una mano. Había argumentos históricos, Palop Segovia, Zafra Contreras, la Parra Productiva y la propia Casa del Pueblo de Montilla. Y me puse manos a la obra.
Joaquín Casado, Rosa Navarro, Pepe Domínguez, Paco Pulido, Paco Falder, Leonardo Espejo, Luis de la Rosa o Paco Barranco fueron algunos de los montillanos que tan sólo unos meses antes habían recorrido toda la campiña constituyendo estructuras locales del sindicato. Su ayuda y la de Jose Luis Casas, que entonces preparaba un libro sobre los artículos publicados en prensa por Zafra Contreras me bastaron para hilvanar la argumentación en defensa de la sede de la estructura comarcal. Para culminar las cuestiones previas, Joaquín Casado se encargó de tramitar mi afiliación a la UGT.
El día de la Asamblea constituyente me había preparado la intervención como un opositor que debe rendir cuentas ante el tribunal calificador. Montilla fue la única agrupación que defendió su candidatura. Mi entusiasmo solo fue comparable a la profunda decepción que supuso que la sede acabase en otra ciudad. Al final del acto Joaquín me invitó a una copa de vino en el Bar de Zambombilla y me explicó la primera regla de oro, la política es una cuestión de aritmética, y en ocasiones, la solidez de la pasión, de los sentimientos, de los ideales y de las convicciones, de la razón en definitiva no son suficientes. En ocasiones, me dijo, es necesario seguir las reglas del juego para poder cambiarlas. Unos días después pedía la baja en UGT, en la que no he vuelto a militar, y solicitaba mi ingreso en el PSOE. Joaquín Casado era un hombre alegre, un líder social entonces. Miembro de la asociación cultural más dinámica de la ciudad, caranavalero, feriante, católico y, sobre todo, ugetista. Artífice de un buen proyecto empresarial que no triunfó, posiblemente, porque otra crisis lo cercenó cuando apenas empezaba a despegar. En los últimos años a Joaquín Casado se le llenaban los ojos de lágrimas con mucha frecuencia, quiero pensar que de rabia por no haber podido vencer a la aritmética.
Joaquín Casado murió la víspera del congresillo cordobés preparatorio del 38 Congreso Federal. Esa víspera la pasé repasando las enmiendas que había preparado sobre el modelo de partido y el proyecto de estatutos de la ponencia marco que se debatiría al día siguiente en un Congreso al que asistía como mero invitado. Sigo sin aprender la regla de oro.
En esta temporada convulsa que vive el PSOE, los mercenarios y los oportunistas tienen la desfachatez de hablar de honradez y transparencia, los que están por las lentejas (de 70.000 Euros, oiga) hablan de ideas, los recién llegados hablan de valores históricos y los viejos dinosaurios de la obligada regeneración pendiente (siempre que ellos sigan en el candelero, claro está). En estos tiempos convulsos digo, me pareció paradójico que mientras tenía lugar el debate sobre el modelo de partido y los estatutos, los que hablan de ideas, de valores, de honradez, de transparencia y de regeneración evolucionaban por los pasillos en grupos cuchicheantes pergueñando y amasando la aritmética del resultado.
Me fui a la barra, le pedí al tabernero un medio y lo bebí de un trago a la memoria de Joaquín y de todos los Joaquines, de mí mismo incluso. Si eso, ya quedamos un día.