martes, 23 de febrero de 2010

El supositorio



Nadie sirve de manera absoluta para nada, como mínimo sirve de mal ejemplo. Recuerdo haber leído esta frase que, en su momento, me sorprendió por su contundencia, por su aparente contradicción y por el paradigma científico que encierra y que establece la utilidad de todas las cosas y de todos los seres que habitan el universo, incluido Aznar.
Me imagino a todas las madres de este país ilustrando a sus hijos con el ex-presidente del gobierno como ejemplo “¿Ves a ese señor maleducado como pone los pies sobre la mesa?, pues eso no se hace”; o bien, “hijo poner el dedo de esa forma como hace ese señor con corbata es de muy mala educación”.
La verdad es que no somos capaces de apreciar en toda su amplitud la utilidad de un ex-presidente del gobierno maleducado y eso que todavía no le hemos visto dejar a un lado la verdura, hablar con la boca llena o estornudar sin ponerse el pañuelo en la nariz. Porque no puede ser lo mismo que yo me hurgue en la nariz, a que lo haga Aznar. Eminentemente porque mientras yo paso desapercibido, él ocupará páginas impresas de los diarios de tirada nacional y prolongados comentarios de contertulios de radios y televisiones. Decididamente Aznar, como mal ejemplo, puede contribuir muchísimo más que yo a la educación de nuestros hijos.
O “a lo mojó” es que no hace esas cosas y simplemente quiere parecer llano y vulgar, confundirse con el gentío, tal vez aparecer mundano, ordinario y, por tanto, asequible y cercano. En cualquier caso debería hacérselo mirar, más que nada porque, más allá de tratarse de un ejercicio de cercanía, corremos el riesgo de verle tirar hacia arriba de los calzoncillos a Tony Blair, lavantarle la falda a la mismísima Bruni o ponerle la zancadilla a la Reina de Inglaterra, en el caso de que a algún “cerebro” se le ocurra invitarlo a algún foro internacional de "ex-loquesea". Hay que controlar seriamente la agenda de Aznar, no vaya a ser que alguna de sus simpáticas travesuras genere un conflicto internacional.
Hasta ahora la imagen del maleducado o del gamberro estaba asociado a la inmadurez, baja capacidad adquisitiva e ínfimo nivel intelectual. Pues bien, Aznar ha roto los patrones y si bien es cierto que el episodio del dedo respondía a una provocación de la “chusma estudiantil”, también lo es que no estamos hablando de cualquier dedo, sino de un dedo ex-presidencial, orgulloso de mostrarse enhiesto y desafiante: un dedo sólo ante el abucheo, o peor que eso, ante la madre de todos los abucheos, un dedo español y de bien, como debe ser.
El caso es que debo confesar que Aznar me empieza a resultar simpático (reconozco que mis Gremlims preferidos son los que han tomado un buen baño después de una copiosa cena, los otros me parecen un poco ñoños) y que, a partir de lo del dedo, lo he incluido en la categoría de mis pícaros entrañables. Míralo que gracioso con su dedito.
No quisiera terminar esta reflexión sin aportar mi contribución personal a los numerosos intentos de definir el gesto, que estos días se han multiplicado por los medios de comunicación. Se le ha llamado peineta, pero en tanto es un gesto adoptado de la cultura anglosajona entiendo que la denominación está, un tanto, artificialmente traída; también se le ha denominado peseta, pero quiero recordar que ésta se hacía con el dedo índice, y era una especie de burla infantil, como de primera comunión, así que tampoco la veo acertada. En mi opinión, la definición más aproximada sería de la supositorio: esto se lo mete usted por el culo. Lo dicho, un dedo español y de bien, como debe ser. Vale.