miércoles, 17 de abril de 2013

Como pollos sin cabeza

En el ejército, sobre todo los primeros días de instrucción era habitual que, a cualquier voz de cambio de dirección, la tropa se hiciera un lío y cada uno saliese andando para donde dios le dio a entender, a diferentes velocidades, con el pie izquierdo o con el derecho. La única manera de volver a la disciplina era ordenar parar, e inmediatamente descanso. Luego, una breve explicación de lo que se iba a hacer, alguna reprimenda generalizada y vuelta a empezar. Al cuarto o quinto intento, la cosa solía salir bien.

En el PSOE, estos días, alguien debería ordenar alto y descanso. Porque está claro que el paso de la oposición no lo sabemos llevar y sálvese quien pueda. Si hace años alguien dijo que gobernábamos como los ángeles pero lo contábamos de puta pena, en estos días, la evidencia es que cada socialista, en cada territorio, va por su lado como pollo sin cabeza. Léase Ponferrada, o PSC, o ERE, o más cerca Naves de Colecor.

Hay pueblos de esta Andalucía nuestra del cogobierno entre el PSOE e IU en los que el alcalde y el portavoz de la oposición se ven la cara más en los juzgados que en las comisiones informativas y los plenos de su ayuntamiento. No hay gabinete de prensa de partido político que se precie que no cuente con un tonto tecnológico de dedos vertiginosos capaz de enviar 1000 twits en una hora sobre lo cazurro que es el líder de la oposición y otros mil sobre lo bien que le funciona el tracto intestinal, sobre todo desde que siguió el consejo de Carmen Macci y toma un Activia al día. Eso sí, en su perfil de Linkdln tampoco falta el glorioso epígrafe de “Experto en comunicación política”, al que debería añadir “y en tractos intestinales”.

Esto ya se ha dicho antes. Pero tampoco faltan los otrora aduladores vocacionales y profesionales hoy reconvertidos en paladines de la renovación socialista ¿De cuál? No importa, de cualquiera en la que se me permita poder seguir adulando a alguien, y cobrar 60.000 euracos, pero por dios que esto cambie ya.

En una entrevista a un alcalde que publicaba hace pocos días un diario provincial se podían leer algunas perlas impagables, “si el gobierno (el de la nación) no le pone fecha a la estación lo haremos nosotros”, pero nadie tiene la decencia de decir que ese tren no irá a ninguna parte porque no se va a usar; otra, “el PSOE necesita a alguien con las características de Griñán y Pérez Rubalcaba no las tiene", sin duda es la opinión docta de un experto en características para el liderazgo; la última, “ser alcalde es más complicado de lo que yo pensaba”, haber empezado por ahí hombre.

Escribo esto porque yo también estoy indignado. Porque no es posible que un gobierno de derechas desmantele el estado del bienestar, condene a miles de personas a la emigración, recorte derechos laborales, acabe con la sanidad y la educación públicas, fulmine ayuntamientos y privatice más servicios públicos y establezca el nivel de parados en cinco millones de personas. Y mientras tanto en el PSOE cada pollo intente encontrar su cabeza.

Un mes antes de las elecciones generales de 2011 asistí a un acto en el que intervenía Felipe González. Expuso su análisis sobre la situación económica y sus desvelos al frente del grupo de expertos que debían aconsejar a los jefes de estado europeos soluciones a este desastre, (el económico). Como colofón lanzó una pregunta que ni él ni nadie contestó, que entendí en un sentido y que ahora ha tomado otro inquietantemente premonitor ¿Para qué queremos gobernar? En el mismo lugar pero veinte años antes tuve la oportunidad de decir que la generación del PSOE que participó en la transición había hecho un elogiable trabajo de modernización en este país y, sobre todo en Andalucía, pero era imposible que tuviesen las claves para dar con las soluciones a los problemas de nuestra sociedad en aquellos momentos. Bien, ya han pasado 35 años desde que murió el dictador, y algunas caras del socialismo se han mantenido desde entonces.

Ya no existen liderazgos, ni relevancias siquiera; no hay el más mínimo destello de brillantez retórica en los parlamentos; los escribientes de discursos cobran por el papel que producen al peso; la docilidad y la adulación son méritos sólidos para prosperar; hay candidatos más que amortizados que se cuidan muy mucho de mantener las proporciones aritméticas en sus entornos, en el vértice: los deudos; y en la base: la familia. “Ah, la familia”, que diría Don Corleone.

Mientras tanto, la gente sigue perdiendo su puesto de trabajo. Dos veces en semana veo una larga fila de personas que esperan que una entidad caritativa reparta fruta y verdura para aguantar hasta el próximo reparto. Y sin embargo, en estos momentos, me preocupa más el desorden y la falta de higiene en el PSOE que la velocidad terminal con la que el PP desmantela el estado a golpe de Decreto-Ley. Porque hasta que los socialistas no nos rearmemos ideológicamente y presentemos una posición sólida, con caras frescas realmente representativas de la sociedad, no tendremos capacidad de respuesta y continuaremos estrellándonos contra el muro del neoconservadurismo, pero cada vez con menos herramientas y menos fuerzas.

Y sí, estoy completamente convencido de que debe haber dimisiones en el PP, en el PSOE y hasta en la Casa Real. Porque no es posible que Barcenas, Gurtel, los ERE, el caso NOOS o las dietas y sobresueldos de algunos se estén llevando por delante el crédito moral de la mayor parte de quienes se dedican a la política y la credibilidad del propio sistema democrático.

Mucha gente en el PSOE sabe para qué hay que ganar las elecciones y gobernar, yo también. Pero antes hay otro tiempo, el de recuperar la identidad y los valores y reconciliarse con la sociedad; el de ser coherentes y honrados con nosotros mismos. Es el momento de mandar parar y acabar con tanto despropósito y decirle a alguna gente que cuando iniciemos el paso no es preciso que nos acompañe.