domingo, 13 de febrero de 2011

La infamia y las campañas electorales


A estas alturas de la película uno ya ha visto, por fuera y por dentro, muchas campañas electorales; también ha asistido a congresos y jornadas académicas y profesionales sobre el tema, unas veces como ponente y otras como oyente. Lo que el Partido Popular ha hecho en las últimas horas en Montilla (Córdoba) ya estaba catalogado entre las estrategias que suelen aplicar las empresas de asesoría electoral de medio pelo o esos “expertos” charlatanes que se mueven mejor entre los gatos negros, las bolas de cristal y las lecturas de posos de café que en el análisis de datos, la redacción de propuestas y, sobre todo, los fundamentos ideológicos de cada partido.
En cierta ocasión, creo que esto ya lo he contado, me invitaron a unas jornadas con un título tan rimbombante como alejado del contenido, la estrategia electoral en el ámbito municipal. Si yo iba despistado, quien había tenido la amabilidad de invitarme aun estaba más despistado que yo, imagino que pensaba que en otoño de 2004 seguía gobernando el Partido Popular en la diputación de Málaga. El caso fue que me encontré en un bonito chalet del área metropolitana sevillana rodeado de candidatos y asesores de comunicación del PP, y no precisamente en unas jornadas académicas o profesionales sino en una especie de “work-shop” en la que directivos de empresas dedicadas a la asesoría comunicativa exponían sus productos y estrategias para que los que estábamos allí comprásemos lo que nos vendían.
El caso es que al tercer café con pastas que tuvieron la amabilidad de servirnos aquella mañana, uno de los asistentes le preguntó al ponente de turno como se podía llamar la atención y buscar la relevancia cuando se partía de una posición de desventaja respecto a los últimos resultados electorales y nadie hacía caso a las propuestas de su candidato. El otro, sin inmutarse apenas, le contestó: siempre puedes llamar anónimamente a un medio de comunicación y amenazar a tu candidato, eso llamará la atención. Y a renglón seguido citó la ciudad de un país del cono sur y el año de las elecciones en las que su empresa rompió así el frío trato que los medios de comunicación locales daban a su candidata, en aquel caso era una mujer. Ni que decir tiene que aquella candidata logró alcanzar el alquímico 15% de crecimiento que suelen garantizar los “profesionales” de los posos de café.
Bien, pues esto es lo que ha hecho el Partido Popular de Montilla, denunciar ante los medios de comunicación que se siente amenazado, que las hordas socialistas acechan detrás de cada esquina para destruir su publicidad e impedir que los ciudadanos puedan conocer, en forma de folleto electoral, el mágico bálsamo de Fierabrás con el que la crisis perdurará en toda España, excepto en Montilla, a partir de que el PP gobierne en su ayuntamiento, obviamente.
Y la estrategia le ha dado resultado, ha funcionado porque, al menos quien esto escribe, ha cometido la torpeza de entrar al trapo y contestar, iniciando así una dinámica que tiene visos de continuar dándole aire a alguien que tiene que compensar con exabruptos e infamias sus múltiples carencias, incluso morales. Porque cuando se siembra la infamia, el calado moral es bajo, si es que existe.
Decían los romanos que la infamia era la degradación del honor civil. Y aquí va la infamia: Rodolfo Rodríguez, un venerable anciano de 77 años, catedrático de Química y profesor de instituto jubilado que apenas levanta un metro sesenta del suelo ha sido denunciado por destruir sistemáticamente publicidad política del Partido Popular. Eso sí, Rodolfo también es una persona ansolutamente inamovible en sus preceptos morales, demócrata por los cuatro costados y con un pasado de sufrimiento que nunca transmite su ánimo ni la expresión de su gesto. Rodolfo es un hombre de honor, como tantos otros socialistas, como tantos otros del Partido Popular, de Izquierda Unida o de cualquier partido pero, desde luego, no como quien le ha denunciado.
Y eso porque el objeto de la denuncia era la búsqueda de notoriedad y su consecuencia la degradación del honor civil de un buen hombre.
Un día después de que se produjesen los hechos Rodolfo, al conocer por la prensa que un miembro de la candidatura socialista montillana había sido denunciado por destruir publicidad del Partido Popular, se personó en el cuartel de la Guardia Civil y allí conoció, que el energúmeno destructor de panfletos, el “hooligan” antidemocrático, era él. Por la tarde compareció públicamente para contar su versión de los hechos, recogidos en la declaración voluntaria que por la mañana había realizado ante el número de la benemérita. En su comparecencia pública, con los ojos vidriosos y la voz entrecortada preguntó a los presentes si alguien le creía capaz de semejante acto y reconoció que estaba triste, que ayer fue uno de los días más tristes de su vida. Había pedido un simple folleto a quien los repartía. Todavía tuvo la enorme, la gigantesca talla moral de pedir perdón si de manera inadvertida, algún gesto o algún comentario suyo, hubiese podido herir a alguien.
Suelo hacer uso frecuentemente de la máxima de que a los amigos se les quiere por sus defectos mientras que a los adversarios se les admira en sus virtudes. Derivada de esta hay otra con un carácter práctico, siempre considero a los adversarios más hábiles que a mí mismo, de esa manera nunca te sorprenden y cuando lo hacen, porque la máxima no se cumple, la sorpresa suele ser agradable. Estoy seguro de que todo esto ha sido un montaje, una estrategia electoral puesta en marcha apenas veinticuatro horas después de que el Partido Socialista presentase su candidatura.
O mucho me equivoco o me temo que esta será la tónica hasta el próximo 22 de mayo. Al Partido Popular le interesa sembrar el concepto de que los partidos andan a la gresca alejados de los verdaderos problemas de los ciudadanos aunque los únicos que anden a la gresca provocando a todo el mundo sean ellos; le interesa ofrecer una imagen de saturación de campaña electoral entre los electores, porque las campañas electorales cansan; les interesa bloquear y tapar cualquier acto que organice cualquiera de los demás partidos con acusaciones como las que han vertido sobre Rodolfo Rodríguez y, finalmente, les interesa que no se hable de los problemas reales de las ciudades y de quienes las habitan sino de las consecuencias de una crisis que contribuyeron a crear y a ocultar ellos y de la que ahora dicen tener la solución.
Y todo esto porque está demostrado que los electores de derechas son más fieles que los de izquierdas y que, consiguientemente, la abstención les beneficiará a ellos. No condenan a la infamia por un puñado de votos, lo hacen para propiciar la abstención.
Desconozco las consecuencias electorales del uso de la infamia en las campañas. De lo que estoy absolutamente seguro es de que producen víctimas como Rodolfo que esta misma semana ha vivido el día más triste de su vida, otro día triste más.