Un
debate electoral sirve, fundamentalmente, para fijar marcos referenciales. Una
campaña electoral es un lienzo hecho con trazos firmes. El debate no reproduce
el relato o “story telling” de la campaña, ni siquiera parcialmente, solo es una
oportunidad más; una herramienta como las redes sociales, las ruedas de prensa,
los actos públicos, la publicidad y todos los recursos de los que consta una
campaña. El relato tiene un protagonista (el candidato), que representa a un
sector de la sociedad (partido político o agrupación de electores), quien
define un problema percibido como tal por la sociedad y que aporta, desde sus valores,
recetas para abordar y buscar la solución a ese problema. Hasta ahí los
elementos. Las fases son, descripción y conocimiento del candidato (Difusión de
la imagen), descripción de los problemas (Denuncia), propuesta de soluciones
(Solución), ataque a los adversarios y sintetización en valores (para el
complejo tema de los valores recomiendo la lectura de la conferencia, editada
por la complutense, que Richard Wirthlin pronunció hace ya algunos años y sus
esquemáticos mapas de valores). La estrategia marcará la agenda comunicativa y
ésta los tiempos y la oportunidad de los mensajes.
Wirthlin
fue director de campaña y jefe de personal de Ronald Reagan, el republicano que
se apropió de los marcos referenciales de los demócratas y que estos aún andan
buscando, o eso mantiene Lakoff. El marco referencial es la identificación de
argumentos, elementos y valores, sintetizados en un enunciado o definición
simple de identificaciones que todo candidato está obligado a anclar en la
mente del elector; por ejemplo Pedro Sanchez = PSOE = Experiencia de gobierno,
renovación y equipo para gobernar = Servicios públicos universales y de calidad
garantizados por una política fiscal justa y universal. Cada partido tiene su
marco referencial adecuado al candidato, a la estrategía y al momento
histórico. Si el relato es la estrategia, es en el debate donde se muestran las
señas de identidad, a riesgo, por otra parte, de que los otros candidatos
intenten intoxicar tu marco referencial, sobre todo cuando se producen
conflictos de intereses por coincidencia de ubicación en el espacio electoral.
Independientemente
de cual fuese el marco referencial que pretendiese defender Pedro Sanchez en el
debate del pasado lunes, está claro que la primera intervención fue la del
moderador que fue quien estableció el marco referencial del socialista, como lo
demuestra el enunciado de una pregunta en la que daba igual lo que respondiese
el candidato. El moderador ya la había respondido en la introducción de la
misma:
El estudio del CIS que se ha publicado hace muy poquitos días señala
que el Partido Socialista está alejado del Partido Popular y algunos otros
sondeos apuntan a que el Partido Socialista está ya en tercera posición por
detrás incluso de Ciudadanos. Usted recuerda , con seguridad, durante la
legislatura última del Partido Socialista en el poder, incumplieron algunas de
las promesas electorales que habían realizado y llevaron a cabo algunos
recortes, por ejemplo, se hizo una reforma laboral, dejaron el país en una
situación de paro y de déficit muy grave. Usted no estaba en el gobierno de
Zapatero pero sí era diputado en ese parlamento y con su voto se aprobaron
algunas de esas medidas. Usted lleva ya casi un año y medio al frente del
Partido Socialista como Secretario General. En este tiempo el Partido Popular,
según los sondeos, ha perdido prácticamente uno de cada tres votos ¿Por qué el
PSOE no ha recuperado ninguno de esos votos que ha perdido el Partido Popular?
Y se
quedó tan fresco. Durante el debate la otra moderadora cortó hasta en dos
ocasiones la argumentación del candidato socialista, impidiendo que enunciase y
completase ejes fundamentales de sus propuestas. La conclusión fue que Sánchez
fue quien obtuvo un menor cómputo en el tiempo total de intervención.
El
candidato de Podemos no ganó el debate, en contra de lo que digan las opiniones
de expertos y tendencias en las redes sociales. Ganó el minuto final y esto
porque en su intervención contempló la implicación de los votantes (Aquello de “Con
el esfuerzo de todos conseguiremos…). La teoría estratégica electoral recomienda
realizar esta llamada en la recta final de la campaña a no ser que las
encuestas hayan sacado al partido en cuestión de la lucha por la cabeza de la
carrera (como es el caso). Los marcos referenciales de Iglesias fueron los
manidos mantras demagógicos de las puertas giratorias o la corrupción
generalizada. Eso sí se preocupó de intoxicar el marco referencial del
socialista acusándole de no pintar nada en el PSOE. Y esto porque, evidentemente,
Podemos “toma” los votos de la posible bolsa de indecisos del PSOE, ayudando
así al Partido Popular a no desmoronarse.
Lo de
Rivera fue el murmullo intencionado y habitual de dar un paso a cada lado para
no moverse del sitio, la estrategia de quien sólo tiene que esperar a ver a
donde le llevan las encuestas.
Faltaron
Mariano Rajoy y Alberto Garzón. El primero porque su estratega de cabecera le
recomendó que no fuese, el segundo
porque el mismo estratega recomendó a la cadena que no lo invitase, a pesar de
que actualmente goza de representación parlamentaria, aspecto importante éste
del que dos de los debatientes carecían.
Pedro
Sanchez, se mostró firme y tal vez, solo tal vez, debería hacerse mirar las
sonrisas de desaprobación cuando sus adversarios argumentaban, pero en términos
generales se erigió como la única opción de impedir que el Partido Popular, con
la ayuda de Ciudadanos a partir del 20 de diciembre, continúe dinamitando las
libertades y los servicios públicos, sin adoptar medidas contra la corrupción
en sus filas y repartiendo desde el gobierno amnistías fiscales a propios y
ajenos cercanos.
Pero
volviendo a los vicios del debate, posiblemente estos se produjeron porque respondió
más al diseño y los intereses de la cadena organizadora que a los derechos de
los electores. Aun habrá que avanzar en un aspecto fundamental de las campañas
que profundiza en la democracia y acerca la política a la ciudadanía.
A todas
luces, los verdaderos protagonistas del debate “decisivo” del 7 de diciembre
fueron los supuestos moderadores. Ellos establecieron las normas y ellos inclinaron
la balanza. En la post-resaca del debate solo cabe concluir que además de la
ausencia de Rajoy tampoco asistieron los periodistas y, en todo caso, cabe preguntarse
si la primera pregunta de Vallés, las interrupciones de Pastor a Sánchez y las
opiniones de Evole o Ferreras tenían más que ver con la concesiones digitales
que con la campaña electoral y el derecho a la información.