Parece
previsible que a lo largo de la primera quincena de mayo podrá producirse la
investidura de la Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y que,
afortunadamente, ello derivará en la formación del nuevo gobierno andaluz. Las
circunstancias para que estos hechos se produzcan son que alguna que otra
fuerza minoritaria baraja abstenerse en la segunda votación, que tan sólo exige
mayoría simple para llevar a efecto la investidura.
Los
partidos, con representación en la cámara andaluza, que propiciarán estas
circunstancias han puesto sobre la mesa condiciones que van desde que los
expresidentes Chaves y Griñán renuncien a sus respectivos escaños hasta la
ruptura de relaciones con las entidades financieras que ejecutan desahucios.
Aunque igual podían haber pedido que las sesiones del parlamento se celebren
sólo los días impares del mes o la construcción de una línea AVE para conectar
San Sebastián de los Ballesteros en Córdoba con Alfarnatejo en Málaga, tan
necesaria.
La
verdad es que todo esto suena un poco a broma de no ser porque lo que de verdad
produce es tristeza. Andalucía necesita sin demora un gobierno que gestione y
desarrolle políticas progresistas frente a la descerebrada austeridad del gobierno
de España. No es que la administración se haya parado pero, tras unas
elecciones, lo deseable es que las instituciones acusen el impulso de un nuevo
gobierno.
A los
dirigentes de los partidos políticos de nuevo cuño se les llena la boca de lo sagrada
que es la soberanía popular pero olvidan, cuando plantean sus condiciones, que
hace tan sólo unas semanas, la sagrada soberanía popular amortizó la
responsabilidad política de Chaves y Griñán, las relaciones de la Junta con esas
entidades financieras, y cuantas otras reivindicaciones programáticas deberán
postergar al sueño de la legislatura, hasta que vuelvan a desempolvarse para
configurar los programas electorales de la ilusión y de la gente. Y es que el
PSOE hace programas electorales para que a los que viven en Marte les dé
depresión (nótese el tono cínico, por favor). Y esto desde la seguridad de que
el momento de la política con mayúsculas llegará, la política de la negociación
y el acuerdo para sacar adelante leyes para la convivencia, para el progreso y
para la justicia social. Pero en sede parlamentaria, no en mesa camilla.
Vayan
por delante varias consideraciones personales. Que tengo la convicción de que
ni Chaves ni Griñán tienen responsabilidad penal en el caso de los ERE, aunque
la tienen política porque nombraron al que nombró al tipo que se metió por la
nariz unos pocos de cientos de miles de euros que deberían haber ido a parar a
familias necesitadas o que ya cansa ver a los consejeros delegados de las
entidades financieras diciendo que empiezan a ver el final del túnel y que las cuentas
de beneficios empiezan a reflejar el aumento del consumo de las familias, como
si alguna vez hubiesen tenido pérdidas.
Los
ciudadanos no están cansados de la política en general, de lo que están
cansados es de que la política se preocupe más por sí misma que por los
problemas de la gente. Y en eso andamos metidos, en negociar las condiciones
para propiciar un gobierno que no puede retrasarse un solo día en tomar
decisiones y gestionar una comunidad con ocho millones y medio de habitantes y
muchas necesidades.
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