Thomas A. Edison dijo que el genio es un uno por ciento de
inspiración y un 99 por ciento de transpiración. Emites una teoría, la
desarrollas, la observas, tomas nota de las circunstancias directas e
indirectas, te equivocas y vuelves a empezar, y así hasta la centésima vez;
Edison definió la esencia del método científico. Desde una perspectiva
infinitamente más humilde a la de Edison, hablando en términos intelectuales,
siempre he afirmado que la falta de brillantez debe compensarse con horas de
trabajo, como si la brillantez existiese sin los errores o sin el 99% de
transpiración del que hablaba Edison.
Y es a través de la dedicación, el esfuerzo y el
conocimiento de lo que haces, mezclado con bastante entusiasmo como se llega a
alcanzar la excelencia. No el reconocimiento de los demás, eso nunca, sino tu
propia satisfacción. Solo compites contra ti mismo, solo te superas a ti. Hay
excelencia en el barrendero, en el taxista, en el camarero. Conozco
profesionales que aman sus trabajos y que se divierten con ellos y a los que
nunca podría igualar en su ámbito laboral.
Conozco a verdaderos genios anónimos que nunca escribirán
una sola página del libro de los grandes descubrimientos científicos de la
humanidad. Se suben a andamios durante el día a pintar fachadas, colocan instalaciones
eléctricas por las tardes, despuntan y sulfatan vides los fines de semana y por
las noches sirven banquetes de recién casados. Y aun así, a duras penas
consiguen pagar la hipoteca, porque en todos esos trabajos les pagan una
miseria y porque el director del banco les dijo un día que ellos eran sus
clientes preferentes y les colocaron en un cómodo préstamo el valor de la casa,
los muebles de la cocina y el dormitorio, e incluso el resto de lo que quedaba
por pagar del coche.
No tienen ayudas, ni los seleccionan en el SAE para alguna
oferta de trabajo por la sencilla razón de que cuando pueden trabajar, aunque
sea durante dos días con un contrato infame, lo toman, perdiendo la antigüedad.
Jamás enviarán a sus hijos a la universidad, porque las
becas han disminuido y sus recursos no dan para excesos ni para lo que las
becas no cubren. Llevan desde que empezó esta puñetera crisis sin ir de
vacaciones, en todo caso se atreverán a dar un salto el sábado a la playa con
la tortilla de patatas y el “taper”.
A lo más que llegan es a tomar una cerveza mientras miran en
el televisor una carrera de coches y escuchan de los comentaristas cifras tan
desorbitadas como la velocidad de los artilugios, los tiempos de los cambios de
rueda o los presupuestos de las escuderías. La dosis de inmoralidad diaria que
todos necesitamos para seguir sobreviviendo en nuestro metro cuadrado de
dignidad imprescindible.
Cualquier “coacher” de medio pelo les podría decir que no
hay nada negativo en su situación sino más bien una oportunidad, que toda esa
frustración bien ordenada en unos folios sería un magnífico ensayo con el que
saldrían de la penuria. Pero ni siquiera tienen los 30 Euros que hacen falta
para ir a la consulta de un “coacher” de medio pelo.
Y frente a mis genios, sus excelencias, ingeniándoselas para
tener sobresueldos, para desmantelar el estado del bienestar, para no dar
explicaciones, para continuar aforados.
En los parlamentos no hay una gota de brillantez, todos lo
sabemos, vemos sus intervenciones en televisión y sus frases impresas con gran
aparato tipográfico en los diarios. Pero peor aun que todo eso, no queda nadie
que se esté esforzando por parar este desastre social, este drama generalizado.
Eso sí tienen la desfachatez de decir que no es verdad que
haya tanto parado que lo que hay es mucha economía sumergida. Pues explicádselo
a mi pintorelectricistaagricultorcamarero, y le decís que lo que hace no es
solidario, que lo suyo es que pague impuestos para que con su dinero rescatemos
bancos y de paso vosotros podáis hacer la declaración de la renta.
Ya no estamos indignados, nos hemos vuelto indolentes. No
nos inmutamos por nada.
¿Alguien quiere conocer algunos ejemplos de la economía
sumergida que yo conozco?
Manuel, 49 años, pintorelectricistaagricultorcamarero. Casado
dos hijos. Su mujer es limpiadora también en paro porque su ayuntamiento
privatizó la limpieza de los edificios públicos.
Antonio. 82 años. Está preocupado por su hija y sus nietos: “es
posible que a mí no me toquen la pensión, pero me preocupa qué va a pasar
cuando yo no esté y no les pueda ayudar”. Me dice que ya ha pasado por esto, si
la guerra fue mala, la posguerra fue peor; “los mejores puestos eran para los
afectos al régimen”.” Si a los chupatintas de medio pelo les llevabas una
gallina o unos buenos tomates, aunque fuesen robados, te llamaban para trabajar”.
Y él no tenía ni para comer, como les iba a llevar gallinas a nadie. “Ahora es
peor, no hay ni a quien llevarle gallinas”. Pero una mañana de finales de los
sesenta lo pusieron de patitas en la calle de un puesto público, oficialmente
para reducir impuestos (¿Les suena?), realmente porque leía más de la cuenta y
decía lo que pensaba a la cara.
Adela, 24 años. Carrera acabada. Cuida niños, da clases
particulares, hace arreglos en pantalones. A final de mes consigue reunir 300
€. Su madre tiene 47 años, una antigüedad en la empresa en la que trabaja de
más de 20 años, pero nunca la han dado de alta. Cobra unos 400 € al mes, aunque
le deben dos años, pero ahora no puede dejar de ir a trabajar porque podrían
llamar a otra persona. No hay más ingresos en la casa.
Joaquín. 24 años. Estudios de ingeniería y Máster en
sostenibilidad, 3 idiomas. Erasmus. Hace chapuzas a domicilio de las de “bueno
ya si eso nos vemos el fin de semana y te invito a una cerveza”. Dos o tres
días en semana se acicala y se pone traje y corbata y recorre empresas a las
que previamente les ha dejado el currículo, antes iba hasta a Madrid, después
se puso de acuerdo con otros dos amigos y durante un tiempo compartieron estrategias
y ciudades porque los intereses no eran comunes y no competían, ahora ya, su
padre, parado, le ha dicho que lo intente más cerca, que la gasolina cuesta
dinero. En 2007 vendieron el piso en el que vivían y firmaron una hipoteca por
40.000 a la que le quedan sólo tres años de vida, pero el desempleo ya se ha
acabado y será complicado poder hacer frente al pago de los 350 € de la
hipoteca. La madre hace arreglos en ropa, vuelve cuellos de camisa, coloca
cremalleras, echa falsos de pantalón. Los otros dos hermanos de Joaquín,
mayores que él, también están parados, pero carecen de estudios.
Estos son los héroes que ahora tengo, mis modelos de
comportamiento. Los que reúnen las condiciones de excelencia que exijo y
quienes, en mi opinión, deberían estar sentados en los parlamentos, y no los
cuatro botarates, pomposos, ignorantes y ajenos a la realidad que ya han
perdido incluso los valores personales, que contratan a profesionales del corta
y pega para que les resuelvan los discursos, porque la ideología se la suministran
a pequeñas dosis cada mañana en formato de argumentario. Esos que este año
tampoco han tenido que renunciar a sus vacaciones, que viajan gratis y en
primera en el AVE, que van a conciertos y mítines de sus correligionarios en
coche oficial, que cobran dietas y hasta sobres de la caja B. Sus excelencias. No
las mías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario