miércoles, 17 de julio de 2013

Crónica de Marianito el “plasmado”

De pequeñito, sus profesores y compañeros decían de él que era un “plasmarote”. “Marianito que la manteca no se asa”, y Mariano se quedaba con los ojos muy abiertos y la boca también escuchando como le recriminaban sus ramplonas fechorías, eso sí, como quien escucha llover. Y es que Mariano nunca fue niño de poner zancadillas, levantar faldas, pintar en las fachadas o llamar a los timbres. Eso se lo dejaba a su amiguito José Mari, que iba por ahí dejando mesas perdidas de poner los pies encima o que le hacía la peineta inopinadamente a cualquiera que osara mirarlo siquiera.
A Mariano, cuando le reñían, le gustaba esconderse detrás del televisor. Es como si se escondiera detrás de un universo inalcanzable a los reproches, hasta allí no podían llegar las reprimendas. Definitivamente. Entonces era cuando más desesperaba a su entorno. Pero que nene más “plasmado”, sentenciaban hasta sus propios compañeros de clase.
Con el tiempo su amiguito José Mari llegó a ser delegado de curso, a pesar de que nunca dejó de hacer la peseta, de poner los pies sobre la mesa y de mentir más que hablaba. Algo que estaba muy mal visto, tratándose como se trataba de un colegio de pago. De tal forma que un día, hartos de sus gamberradas y sus mentiras, se reunieron todos los amiguitos y convencieron a José Mari para que dejase en su puesto de delegado de curso a otro de los amiguitos. El caso es que nadie esperaba que José Mari señalase a Marianito. Pero también es cierto que Marianito había tenido ya grandes responsabilidades.
Como aquella vez que se hundió en la fuente del patio del colegio una botella con el aceite de los desayunos y lo dejó todo perdido. Cómo él era el responsable de las cosas que se hundían en la fuente, fueron a buscarlo a su aula y lo encontraron escondido detrás del televisor que había para las clases de biología: “Mariano sal de ahí, te llevas este chubasquero y me limpias todo lo que ha ensuciado el aceite”, le dijo José Marí. “El chubashquero no, que luego me shacan chishtesh”. “Que chistes ni que chorradas son esas, te pones el chubasquero y te vas a limpiar, y vocaliza bien, coño, que parece mentira que tengas la edad que tienes”. “Esh que luego losh niñosh me diran que parezco un capullo, con el condón y todo”. Y la gracia que tenía Marinito explicando lo del aceite cuando volvió de limpiar, “esh que a esha profundidá se le eshtan shaliendo unosh hilillosh como de plashtilina”. Y aquello era el despiporre. como daban puñetazos en el suelo con lagrimas en los ojos del ataque de risa. Los demás compañeros obligaban a Marianito a repetir una y otra vez lo de la “plashtilina”, de la gracia que tenía el jodio.
El caso es que nombraron a Marianito delegado. No sin antes aprobar un examen que le hicieron sus propios compañeros:
-       ¿Que piensas de Alfredito, el de 4º A?
-       Esh muy malo y un inshidiosho y además cuando shu amigo Joshe Luish fue delegado dijo a los profeshoresh que había que comprar pizarrash nuevash y que había que hacer másh pishtahs deportivash, y she gashtaron todo el dinero del cole.
-       Muy bien. ¿Qué harás tú cuando seas delegado?
-       No habrá clashesh en catalán y el botiquín deshaparecerá porque ehs un gashto inútil.
-       Pero tendrás que explicarle todo eso a los demás niños, que eliminaremos el botiquín para que se puedan curar mejor las heridas que se produzcan, que desaparecerán las pizarras para que se puedan entender mejor las explicaciones de los profesores y que ya no se impartirán idiomas para que seamos más tolerantes y perfeccionemos el castellano, no como tú que mira que mal vocalizas.
-       Vale, pero shi tengo que hablar con losh niñosh quiero una tele para salir en ella y dirigirme a ellosh.
-       Mariano, eso es otra chorrada.
-       Puesh entoncesh no quiero sher delegado.
-       Bueno vale, te regalaremos una tele.
Todo iba bien, hasta que se descubrió que Luisito, el encargado de la recaudación para la excursión de fin de curso había estado comprando chucherías con el dinero del viaje. Luisito se había hecho amigo del encargado de los suministros del colegio. De esta forma, Luisito empezó a conseguir grandes donativos para la excursión. A cambio, conseguía que la papelería de su amigo suministrara cada vez más cosas al colegio. Alfredito el de 4º se enfadó muchísimo cuando se enteró y quería que Marianito dimitiera por no haber controlado aquello, a fin de cuentas Marianito era el responsable último de todo lo concerniente a las recaudaciones para la  excursión. Entonces apareció en el tablón del cole, pinchada con una chincheta, una hoja del cuaderno de Luisito donde decía que Marianito también había comido chucherías compradas con el dinero de la excursión.
Cuando la directora del colegio se enteró se enfadó muchísimo y quiso expulsar a todo el que tuviese algún tipo de implicación en el feo asunto de las chucherías. Así que llamó primero a Luisito y después a Mariano y a la subdelegada de 4º B.
-       Esho esh otra inshidia de Alfredito el de 4º A. y ellosh han hecho coshash peoresh. Que todavía me acuerdo como deshpilfarraba lash tizash Joshe Luish.
-       Todo eso está muy bien, pero vas a tener que explicarlo, Mariano. Le dijo Sorayita, la subdelegada.
-       No piensho ceder a un chantaje tan burdo como eshte. Esh absholutamente falsho. Ni shiquiera conozco a Luishito.
Pero en esto empezaron a circular por todo el colegio los mensajes de Mariano enviados al móvil de Luisito sólo unos días antes:
-       Luish, eshtate tranquilo que todo she va a arreglar, y no te olvidesh de losh chuchesh
-       Luishito, cabroncete, ten paciencia. Los chuchesh eshtaban muy ricosh.
Luisito, harto de que Mariano le diera largas le contó a la directora que todos sus amiguitos habían comido chuches, como Mari Loli, Javierito y el propio Mariano; Además como la papelería del amigo de Lusito tenía mucho interés en que Mariano siguiese siendo delegado habían regalado más chuches a otros niños para que votaran por él. Pero también se descubrió que se había suministrado menos papel que el que aparecía en las facturas.
***
Y colorín colorado, este cuento que tiene puñetera la gracia aun no se ha acabado. Si la fábula anterior fuese cierta y su hijo o el mío fuesen Luisito o Marianito hace tiempo que los habrían expulsado del colegio. Y lo peor de todo es que estamos creando el modelo propicio para que dentro de unos años, cuando Lusito y Marianito crezcan, no tengan nada de qué avergonzarse; e incluso lleguen a ser hombres de provecho plenamente integrados en una estructura de perfectos sinvergüenzas.

Lo que pasa en este país es demasiado serio como para bromear con ello. Cada vez que un político ha dicho que no se sentía concernido, a la sociedad se le ha ido encalleciendo la moral de tal forma que ya está instalada en la indolencia. La vida pública debe volver  a ser la referencia del modelo de comportamiento en el que se refleje la sociedad. De lo contrario cualquier herramienta de participación, de profundización en la democracia y de mayor relación entre representantes y representados no será más que un esperpento. Porque frente a la indolencia hay todo un ejército de incompetentes, mediocres y mercenarios dispuestos a seguir sacando partido y proponer que Chiquilicuatre sea presidente del gobierno.

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