A
principios del siglo 20 irrumpió en la escena de los conflictos sociales el
fenómeno del pistolerismo. Una subespecie terrorista en el sentido de
imposición de tesis, ideológicas o de poder, mediante la comisión de actos de
sangre y la consiguiente propaganda derivada del acto violento. El pistolerismo,
del que hicieron uso tanto organizaciones sindicales de carácter radical como
la burguesía empresarial de la época, se llevó por delante a más de doscientos
trabajadores y a decenas de empresarios. Eduardo Mendoza lo retrató de manera
notable en La verdad sobre el caso Savolta.
La
prensa de la época, principalmente la catalana, guarecía entre sus páginas
plumas de fortuna partidarios de unos y otros que aplaudían o condenaban las
comisiones sangrientas dependiendo de quien fuera la víctima y quien el
verdugo, además de arengar a propios y delatar, acosar y difamar a extraños.
También de esto dan algunas pinceladas Mari Cruz Seoane y María Dolores Sanz en
su tercer volumen de la Historia del periodismo en España. Afortunadamente,
en este siglo XXI de contrastes, de la luz del conocimiento universal que nos
libera y de la oscuridad de la miseria de la crisis económica que nos asfixia, ha
desaparecido el dedo que aprieta el gatillo. Desgraciadamente no han corrido la
misma suerte quienes alientan el acoso ni las plumas de fortuna que lo ejecutan.
Con
métodos tradicionales como el rumor o con otros más modernos, propios de guerrilla
de la comunicación, tergiversan, exageran y descontextualizan. Siembran
insidias sobre gente honrada para impedir que puedan ganarse el sustento,
pisotean reputaciones y, al fin, dejan a su paso un reguero de muertos.Tras el
embozo del blog se esconde el perro que altera y miente a golpes romos de
teclado; tras la esquina de los comentarios anónimos, el perro en primer lugar
y después toda la pléyade de personajes descerebrados reales, y los ficticios que
su enferma mente ha parido, para rematar en sentencias las órdenes que su dueño
o dueña le ha dado.
Cuídate. La diferencia es, afortunadamente, la ausencia del disparo sordo en la callejuela, el cuerpo tendido en la acera y el reguero de sangre. Pero juegan a matar, si no la vida, sí la reputación, igual que aquellos otros. Hay noches en las que se reúnen varios perros y sus dueños y dueñas, y existe quien les ha oído, ebrios de odio, proferir el nombre de su próximo muerto. Hay quien dice que el último nombre que oyó fue el mío. Pues ya sabemos quiénes somos todos.
Cuídate. La diferencia es, afortunadamente, la ausencia del disparo sordo en la callejuela, el cuerpo tendido en la acera y el reguero de sangre. Pero juegan a matar, si no la vida, sí la reputación, igual que aquellos otros. Hay noches en las que se reúnen varios perros y sus dueños y dueñas, y existe quien les ha oído, ebrios de odio, proferir el nombre de su próximo muerto. Hay quien dice que el último nombre que oyó fue el mío. Pues ya sabemos quiénes somos todos.
Como si los "peridistas certificados" no hicieran lo mismo. O peor.
ResponderEliminar¿Censuras los comentarios? Qué desfachatez.
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