miércoles, 20 de octubre de 2010

La mano que mece la cuna


Si hay algo que me ha gustado del anuncio del cambio de gobierno de hoy ha sido la música. En primer lugar se ha escuchado una sinfonía completa y no solo las fanfarrias del anunciado cambio de Corbacho. De haber cambiado tan sólo a Corbacho, Zapatero habría enviado el mensaje del necesario apuntalamiento a la candidatura de Montilla desde el gobierno de la nación. Que el cambio suponga la entrada en el gobierno de Valeriano Gómez, que goce de buena imagen ante los sindicatos y que haya mantenido una actitud crítica ante la reforma laboral implica que todo puede ser reversible y, más allá, que los costes de esta crisis no tienen porqué ser permanentes.
La salida de Leire Pajín de la Secretaría de Organización era algo necesario. Durante los últimos tiempos, y desde la entrada de José Blanco en el gobierno al frente de Fomento, el Partido Socialista carecía de la musculatura orgánica necesaria para reaccionar, no tanto a la labor de la oposición por su inexistencia, como a los resultados de las encuestas. Entiendo la salida de Moratinos, con toda seguridad más valorado fuera de nuestras fronteras, y su sustitución por Trinidad Jiménez. Nadie le discute a la malagueña su capacidad comunicativa y es posible que lo que le ha faltado a Moratinos sea capaz de hacerlo ella: explicar dentro lo que hacemos fuera.
Junto con Valeriano Gómez, la entrada de Rosa Aguilar marca un perfil más de izquierdas al ejecutivo (¿Alguien había dicho que las ideologías no existen?) y la capacidad de comunicación de ésta última junto a la que ya posee Pérez Rubalcaba hace pensar en una mayor presencia pública de los miembros del gobierno. La presencia andaluza fortalece también a Griñán y no hay que olvidar que Chaves, desde la Vecepresidencia de Política Territorial asume ahora Administraciones Públicas.
Pero decía que tal vez haya sido la música que ha acompañado a los hechos lo más importante de los cambios que el presidente del gobierno ha realizado en su ejecutivo. Ha venido a decir que este es el gobierno del impulso político y de la salida definitiva de la crisis. Se imprime así un punto de inflexión en la legislatura, cuando queda algo menos de la mitad para que se agote, que hace prever que el enfermo no estaba desahuciado y que, por lo pronto, Rajoy tendrá que hacer algo más que irse a dormir para ganar las próximas elecciones generales, tal y como le ha recomendado su sociólogo de cabecera, Pedro Arriola.
Arruyado por los ecos de la huelga general y bajo los efectos de la famosa nana “veremos a ver si sois capaces de aprobar los presupuestos”, Rajoy se ha despertado en plena rueda de prensa para valorar el cambio de gobierno. Balbuceando y medio adromilado aun, tan sólo había que ver como abría los ojos de vez en vez para terminar de despertarse, apenas ha acertado a articular que el presidente del gobierno tiene dos prerrogativas, a saber, la de formar gobierno y la de disolver las Cortes, y que personalmente hubiese preferido la segunda de ellas.
Y es que hace tiempo que el Partido Popular debería haberse dado cuenta de que el discurso del pesimismo está hartando un poquito al personal, sobre todo si se ha tenido responsabilidad directa en la evolución de la burbuja inmobiliaria.
Lo que está claro es que no debería hacer mucho caso al consejo que le han dado de echarse a dormir o, en todo caso, vigilar no vaya a ser que sea Rubalcaba la mano que le mece su cuna.

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