sábado, 2 de octubre de 2010

2016 (1.0)


Hace un par de días, en el acto de comunicación de las seis ciudades que en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía pasaban la selección de pre-candidatas a ser capital europea de la cultura en 2016, Emilio Casinello, aquel omnipresente gestor de la exposición universal de Sevilla'92, recordó el axioma mil veces repetido de que Europa sería cultural o no sería.
Parafraseándolo afirmaré que Córdoba jamás volverá a ser Córdoba y que quizás llegue a ser sombra de sí misma si en julio de 2011 consigue llegar a ser capital cultural de Europa.
Tan solo bastaron unas horas, tras el corte de finalistas, para que la cutrez y la caspa volviesen a campar a sus anchas. Manuel Pérez, el responsable de la oficina de la capitalidad o comisario político de la capitalidad o como narices diga que se llama para cobrar lo que cobra de lo que dice que se llama, se despachó en una emisora de radio pidiendo o exigiendo, como se quiera, que quienes habían hecho bandera de la neutralidad activa pasasen a los hechos.
Inmediatamente después intervenía en el mismo programa el reciclado Consejero de Cultura Paulino Plata parando el ataque, que en esgrima no es lo mismo que defenderse, para, con el viejo truco de “fuera de micrófono voy a comentarte que este tipo hizo una exposición penosa”, asestar una estocada mortal al capillismo cordobita del tal Pérez.
Conocí a Plata en el que probablemente fue su primer acto público como Consejero de Agricultura y no es un tipo con dobleces ni amigo de la esgrima de salón, suele ir directo al grano y decir las cosas tal y como las piensa. A no ser que desde que dejó de ejercer el municipalismo haya ido cambiando progresivamente en lo esencial.
Otro amigo del alma, compañero de ginebras junto a Manuel Alcantara y reencontrado felizmente como vecino de columna, me solía decir que los cordobeses somos tontos importantes. Mas que un puteo e incluso un imperativo categórico siempre pensé que la frase era un mantra de la especie del lacayo que repetía a Cesar “recuerda que eres mortal”.
Manuel Pérez dice tonterías importantes, no porque él sea importante sino porque el dinero que le pagan sí lo es, sin necesidad de que tenga que decir estupideces, con lo cual no se sabe bien porqué las dice. Carlota Alvarez diseña actividades culturales novedosas y vanguardistas, como El Patio de mi Casa, merecedoras de ser expuestas en el Museo de Arte Contemporáneo de la capital financiera y cultural del Universo, Nueva York. Y no es de Córdoba.
Menos mal que a Manuel Pérez solo le dejan gestionar las adhesiones a la capitalidad, porque si le permitieran gestionar las actividades culturales montaría un perol en el Coliseo romano o establecería como carrera oficial de la Semana Santa cordobesa Portobello Road (que está en Londres a pesar de que el nombre parece italiano).
El problema de Córdoba es que no tiene punto medio y que durante los últimos años ha oscilado entre “lo que viene siendo mayormente”, que dirían los Serrano, la cutrez de Izquierda Unida y las cortijadas, también cutres del PP, como el bodorrio del ministrísimo.
En ese océano de mediocridad que sufrimos desde 1979 tan sólo se han producido dos destellos de brillantez, el esbozo urbanístico de la Córdoba del siglo XXI de Mellado y el improbo esfuerzo de Moratinos por proyectar esa esencia de la personalidad de Córdoba como ciudad de la concordía, de la tolerancia, del mestizaje y del modelo de ciudad que demuestra que hay un futuro de convivencia en paz o que no habrá futuro.
La hipótesis que defiendo es que igual solo es necesario que los socialistas gestionen Córdoba para que todo funcione un poco mejor y con algo más de ambición que la ejercida hasta el momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario