miércoles, 17 de agosto de 2011

¿La política es el problema?


El hombre famoso tiene la amargura de llevar el pecho frío y traspasado por linternas sordas que dirigen sobre ellos otros (Federico García Lorca). En el 75 aniversario de su asesinato.

No es posible que uno de los grandes problemas de este país sea la política. Pero ahí está. Para el 24% de la población española la política es el principal problema, superado tan sólo por el desempleo con un 81% y la situación económica por un 45%, esto según el barómetro del CIS del mes de Julio, que mimetiza los anteriores estudios del Centro Sociológico. Más llamativo aún, en la misma encuesta, es poder comprobar que el terrorismo y ETA tiene para un buen número de españoles menos importancia como problema, es verdad que tan sólo por unas décimas, que el gobierno del país.
Dos conversaciones para ilustrar la percepción que el ciudadano de a pié tiene de la política, la primera, vivida en primera persona, y la segunda, referida por una amiga, ilustran cual es la visión que el español de a pié tiene de la política y de los políticos. Me encontraba en una reunión habitual de amigos cuando sin venir a qué uno de ellos soltó que “en Italia, el 25% del presupuesto de cada obra pública iba a parar al bolsillo de los políticos que tienen que ver con la concesión de la obra mientras que en España esa cantidad se elevaba al 75%”. La afrimación es absolutamente surrealista dada la ferrea fiscalización a la que son sometidos los procesos adquisitivos a raiz de la nueva ley de contratos públicos y al hecho de que según la misma ley no participan políticos en los procesos de selección de ofertas. Me limité a preguntar cual era la rigurosa fuente que afirmaba tal cosa sin que mi interlocutor supiera responder. En el caso de mi amiga se encontraba también con unos conocidos hablando de la situación económica y la dureza con la que se hacía sentir en las economías familiares rusas, dado que una de las contertulias tenía esa nacionalidad. La conversación sobre la situación económica derivó en el problema de la corrupción y la rusa acabó espetándole a mi amiga, alcaldesa, “bueno tu tienes que saber de lo que hablo, tu debes conocer muchos corruptos por tu trabajo”.
La política, y los políticos, son un problema para la sociedad porque es la imagen que a los propios políticos les ha interesado dar de sí mismos en una pésima estrategia de acusar al adversario de todos los males posibles. Eso y que los presuntos casos de corrupción se defiendan con posiciones numantinas sin que deriven en dimisiones o rendiciones de cuentas.
Es lógico por tanto que la dramática situación que atraviesan muchos españoles les empuje a pensar que si los políticos son el problema habrá que buscar la solución. Pero resulta que la única solución posible sigue siendo la política.
Es loable el esfuerzo que realizan quienes participan en el movimiento 15M, a pesar de que el uso y abuso de las redes sociales, la presencia de demasiados ordenadores portátiles de última generación o de ropa de marca reste un punto de credibilidad al movimiento y les aleje de pertenecer al grupo de los desheredados por las entidades financieras, que son quienes lo están pasando realmente mal. Basten ver las enternecedoras, por pueriles, reivindicaciones de sus primeros comunicados. La mayor parte de esas medidas en favor de la transparencia y la honradez llevan años puestas en práctica en nuestro país.
Habitualmente, la población española conoce el 100% de las irregularidades que se producen en el ámbito de la política. No así en otros ámbitos como la judicatura, las fuerzas de seguridad o los sexadores de pollos. Y ello porque se trata de la actividad más autorregulada que existe en nuestro país y también es la más fiscalizada por la opinión pública a través de los medios de comunicación.
La percepción que la ciudadanía tiene de la política y de quienes se dedican a ella no deja de ser, por tanto, un problema de madurez de los propios políticos, que no llevan a cabo una labor pedadógica para explicar a qué se dedican, porqué no condenan y expulsan de sus respectivas filas a quienes delinquen y que difaman y acusan sin fundamento alguno cuando ello les puede reportar un beneficio electoral.
Hay una buena parte de las reivindicaciones del movimiento 15M que comparto plenamente y es la de dotar de mayor democracia interna a las organizaciones políticas, la elaboración de listas abiertas, la celebración de procesos congresuales ascendentes, la limitación de mandatos, la regulación de la relación del candidato con su cricunscripción, la celebración de primarias, la elaboración de censos de simpatizantes y le necesidad de llevar a cabo una profunda y rigurosa reforma de la Ley Electoral General.
Mientras todo esto llega, la espiral demagógica en la que estamos inmersos por parte de los grandes partidos propiciará que los peor preparados sean quienes accedan a los puestos más importantes de la administración o, peor aun, que sirva de caldo de cultivo para que el populismo preceda a otras situaciones aun más indeseables por las que nuestro país ya ha pasado.

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