jueves, 25 de julio de 2013

La excelencia

Thomas A. Edison dijo que el genio es un uno por ciento de inspiración y un 99 por ciento de transpiración. Emites una teoría, la desarrollas, la observas, tomas nota de las circunstancias directas e indirectas, te equivocas y vuelves a empezar, y así hasta la centésima vez; Edison definió la esencia del método científico. Desde una perspectiva infinitamente más humilde a la de Edison, hablando en términos intelectuales, siempre he afirmado que la falta de brillantez debe compensarse con horas de trabajo, como si la brillantez existiese sin los errores o sin el 99% de transpiración del que hablaba Edison.
Y es a través de la dedicación, el esfuerzo y el conocimiento de lo que haces, mezclado con bastante entusiasmo como se llega a alcanzar la excelencia. No el reconocimiento de los demás, eso nunca, sino tu propia satisfacción. Solo compites contra ti mismo, solo te superas a ti. Hay excelencia en el barrendero, en el taxista, en el camarero. Conozco profesionales que aman sus trabajos y que se divierten con ellos y a los que nunca podría igualar en su ámbito laboral.
Conozco a verdaderos genios anónimos que nunca escribirán una sola página del libro de los grandes descubrimientos científicos de la humanidad. Se suben a andamios durante el día a pintar fachadas, colocan instalaciones eléctricas por las tardes, despuntan y sulfatan vides los fines de semana y por las noches sirven banquetes de recién casados. Y aun así, a duras penas consiguen pagar la hipoteca, porque en todos esos trabajos les pagan una miseria y porque el director del banco les dijo un día que ellos eran sus clientes preferentes y les colocaron en un cómodo préstamo el valor de la casa, los muebles de la cocina y el dormitorio, e incluso el resto de lo que quedaba por pagar del coche.
No tienen ayudas, ni los seleccionan en el SAE para alguna oferta de trabajo por la sencilla razón de que cuando pueden trabajar, aunque sea durante dos días con un contrato infame, lo toman, perdiendo la antigüedad.
Jamás enviarán a sus hijos a la universidad, porque las becas han disminuido y sus recursos no dan para excesos ni para lo que las becas no cubren. Llevan desde que empezó esta puñetera crisis sin ir de vacaciones, en todo caso se atreverán a dar un salto el sábado a la playa con la tortilla de patatas y el “taper”.
A lo más que llegan es a tomar una cerveza mientras miran en el televisor una carrera de coches y escuchan de los comentaristas cifras tan desorbitadas como la velocidad de los artilugios, los tiempos de los cambios de rueda o los presupuestos de las escuderías. La dosis de inmoralidad diaria que todos necesitamos para seguir sobreviviendo en nuestro metro cuadrado de dignidad imprescindible.
Cualquier “coacher” de medio pelo les podría decir que no hay nada negativo en su situación sino más bien una oportunidad, que toda esa frustración bien ordenada en unos folios sería un magnífico ensayo con el que saldrían de la penuria. Pero ni siquiera tienen los 30 Euros que hacen falta para ir a la consulta de un “coacher” de medio pelo.
Y frente a mis genios, sus excelencias, ingeniándoselas para tener sobresueldos, para desmantelar el estado del bienestar, para no dar explicaciones, para continuar aforados.
En los parlamentos no hay una gota de brillantez, todos lo sabemos, vemos sus intervenciones en televisión y sus frases impresas con gran aparato tipográfico en los diarios. Pero peor aun que todo eso, no queda nadie que se esté esforzando por parar este desastre social, este drama generalizado.
Eso sí tienen la desfachatez de decir que no es verdad que haya tanto parado que lo que hay es mucha economía sumergida. Pues explicádselo a mi pintorelectricistaagricultorcamarero, y le decís que lo que hace no es solidario, que lo suyo es que pague impuestos para que con su dinero rescatemos bancos y de paso vosotros podáis hacer la declaración de la renta.
Ya no estamos indignados, nos hemos vuelto indolentes. No nos inmutamos por nada.
¿Alguien quiere conocer algunos ejemplos de la economía sumergida que yo conozco?
Manuel, 49 años, pintorelectricistaagricultorcamarero. Casado dos hijos. Su mujer es limpiadora también en paro porque su ayuntamiento privatizó la limpieza de los edificios públicos.
Antonio. 82 años. Está preocupado por su hija y sus nietos: “es posible que a mí no me toquen la pensión, pero me preocupa qué va a pasar cuando yo no esté y no les pueda ayudar”. Me dice que ya ha pasado por esto, si la guerra fue mala, la posguerra fue peor; “los mejores puestos eran para los afectos al régimen”.” Si a los chupatintas de medio pelo les llevabas una gallina o unos buenos tomates, aunque fuesen robados, te llamaban para trabajar”. Y él no tenía ni para comer, como les iba a llevar gallinas a nadie. “Ahora es peor, no hay ni a quien llevarle gallinas”. Pero una mañana de finales de los sesenta lo pusieron de patitas en la calle de un puesto público, oficialmente para reducir impuestos (¿Les suena?), realmente porque leía más de la cuenta y decía lo que pensaba a la cara.
Adela, 24 años. Carrera acabada. Cuida niños, da clases particulares, hace arreglos en pantalones. A final de mes consigue reunir 300 €. Su madre tiene 47 años, una antigüedad en la empresa en la que trabaja de más de 20 años, pero nunca la han dado de alta. Cobra unos 400 € al mes, aunque le deben dos años, pero ahora no puede dejar de ir a trabajar porque podrían llamar a otra persona. No hay más ingresos en la casa.
Joaquín. 24 años. Estudios de ingeniería y Máster en sostenibilidad, 3 idiomas. Erasmus. Hace chapuzas a domicilio de las de “bueno ya si eso nos vemos el fin de semana y te invito a una cerveza”. Dos o tres días en semana se acicala y se pone traje y corbata y recorre empresas a las que previamente les ha dejado el currículo, antes iba hasta a Madrid, después se puso de acuerdo con otros dos amigos y durante un tiempo compartieron estrategias y ciudades porque los intereses no eran comunes y no competían, ahora ya, su padre, parado, le ha dicho que lo intente más cerca, que la gasolina cuesta dinero. En 2007 vendieron el piso en el que vivían y firmaron una hipoteca por 40.000 a la que le quedan sólo tres años de vida, pero el desempleo ya se ha acabado y será complicado poder hacer frente al pago de los 350 € de la hipoteca. La madre hace arreglos en ropa, vuelve cuellos de camisa, coloca cremalleras, echa falsos de pantalón. Los otros dos hermanos de Joaquín, mayores que él, también están parados, pero carecen de estudios.
Estos son los héroes que ahora tengo, mis modelos de comportamiento. Los que reúnen las condiciones de excelencia que exijo y quienes, en mi opinión, deberían estar sentados en los parlamentos, y no los cuatro botarates, pomposos, ignorantes y ajenos a la realidad que ya han perdido incluso los valores personales, que contratan a profesionales del corta y pega para que les resuelvan los discursos, porque la ideología se la suministran a pequeñas dosis cada mañana en formato de argumentario. Esos que este año tampoco han tenido que renunciar a sus vacaciones, que viajan gratis y en primera en el AVE, que van a conciertos y mítines de sus correligionarios en coche oficial, que cobran dietas y hasta sobres de la caja B. Sus excelencias. No las mías.

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